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Una flor de invierno también puede ser bonita en primavera

La «Flor de invierno.» Así es conocida la protagonista de este artículo. De todos modos, y a pesar de este apodo, hasta finales de abril es temporada. Una verdura con infinitas posibilidades en la cocina y con propiedades muy valoradas para nuestra salud. Pero vayamos por partes… antes de contaros estas propiedades y cómo aprovechar todo su sabor, empezamos con la leyenda sobre su nacimiento y un poco de historia. Hoy, la alcachofa.

Cuenta la mitología griega que Zeus, furioso al ser abandonado por una bella doncella llamada Cynara, decidió convertirla en la primera planta de alcachofas. Este ataque de celos del dios griego explica que Cynara sea el nombre científico de la alcachofa. En este caso, acompañado por palabra Scolymus (del griego ‘beneficioso para el estómago’). Su nombre habitual, alcachofa, proviene del árabe al-kharshûf. Significa ‘lengüetas de la tierra’, en referencia a sus singulares hojas.

La alcachofa es originaria del norte de África y ya se consumía en el siglo IV aC. Parece que del antiguo Egipto llegó a Grecia y Roma. Algunos médicos y naturalistas de la época utilizaban las raíces de la alcachofa maceradas en vino como remedio para los cálculos biliares. Finalmente, los árabes la introdujeron en la Península Ibérica. Hoy día, los países de la cuenca mediterránea representan el 90% de la producción mundial de la alcachofa.

Los doctores de antiguas civilizaciones no iban nada desencaminados cuando atribuían a la alcachofa propiedades medicinales. De hecho, es un alimento muy diurético, bajo en calorías, muy rico en minerales, vitaminas y fibra. Es un alimento depurativo indicado para tratar problemas digestivos y metabólicos, ayuda a regular la actividad intestinal y fortalece el sistema inmunitario. Además, favorece la disminución del azúcar en la sangre. Así pues, la alcachofa también es ideal para los diabéticos.

Pero, más allá de estos beneficios para la salud, hay que tener presentes cuatro consejos si la queremos saborear de la mejor manera posible.

  • ¿Cómo sabemos qué alcachofa es más tierna?

Debemos escoger la que esté más cerrada y pese más, con las hojas muy juntas. Un truco para comprobar su frescura es apretar la alcachofa cerca del oído; si se escucha un crujido, todavía está fresca.

  • ¿Como las debemos conservar?

Lo mejor que podemos hacer es guardarla en lugares frescos tan pronto como sea posible. También se pueden poner en un recipiente cerrado o en una bolsa de plástico… ¡y a la nevera! Lo más indicado es cocinarla antes de cinco días.

  • ¿Como las tenemos que preparar?

Una vez peladas y cortadas, las podemos rociar con zumo de limón para que no se oxiden. También las podemos dejar en remojo en un bol con agua fría y zumo de limón.

  • ¿Como cocinarlas?

A la brasa o al horno, cocidas con un chorrito de aceite, sal, pimienta y ajo. Pero también las podemos freír, rellenar, rebozar, estofar, hervir… como veis, es un alimento que permite explorar nuestra creatividad.

Nosotros, aunque Zeus se suba por las paredes, tratamos la alcachofa como una diosa de la carta de temporada y la hacemos protagonista de diferentes platos. Esta vez, para inspirar una creación acompañada de butifarra negra, ajos tiernos y garbanzos fritos. Una propuesta gastronómica celestial.

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